Trump y la crisis Norteamericana
14 de enero 2021
El asalto al Capitolio fue un ataque de un conjunto de grupos supremacistas, neonazis y otras sectas de ultraderecha que hasta el momento permanecían ocultas o disfrazadas. Ahora han actuado a cara descubierta. Estos grupos distan de ser pequeños círculos marginales. Forman parte del núcleo duro de apoyo a Trump y pueden representar un 30% del electorado americano.
Que Idea y que grupos tan extremos representen el 30% de la principal potencia del mundo nos habla de la fragilidad de las democracias, siempre sujetas a riesgos de populismos, fundamentalismos, fanatismos y fascismos que necesitan el debilitamiento de las instituciones para llevar a cabo su acción. A su vez siempre estos fenómenos tienen una raíz social, en Estados Unidos es la pérdida de la prosperidad relativa que tuvieron en su tiempo los trabajadores de la industria tradicional norteamericana. En especial automotriz y siderurgia. Esa fue la columna vertebral de la transformación de Estados Unidos en potencia industrial y la fuerza clave que permitió a Norte América superar la crisis de los 30’ y emerger como la principal potencia del mundo, después de la segunda guerra.
Esos sectores han sucumbido a la apertura del comercio y la globalización y hoy por hoy han dejado de trabajar en sectores competitivos de la economía.
Trump levantó un discurso de protección de la economía norteamericana a la economía china y a la vez transformó a los inmigrantes en los supuestos culpables de la crisis económica de estos tradicionales sectores compuesto por trabajadores blancos. Proteccionismo y racismo fueron las banderas con las que Trump sublevó a este sector que pese a todo lo respalda aún.
Las instituciones americanas funcionaron y funcionaron bien, las autoridades electorales de cada estado resistiendo a las presiones de Trump, las Cortes Federales e incluso la Suprema Corte. Trump, siendo presidente de Estados Unidos se ha ido convirtiendo en un actor marginal de esa institucionalidad.
La capacidad de acción de Trump ahora es limitada. Pero no así de los grupos similares a los atacantes al Capitolio. Han amenazado con acciones armadas en todos los estados el día de la posesión mando de Biden y en los días previos. Sin embargo, el despliegue de seguridad será del más alto nivel. Con un papel protagónico de la guardia nacional, que cuenta con el respaldo logístico del ejército.
El punto anterior es muy importante porque uno de los asuntos que debe ser investigado es la falla o las fallas de las fuerzas de seguridad y policiales encargadas de resguardar el Capitolio. La investigación va desde la sospecha de negligencia a la sospecha de complicidad.
El presidente Trump no asistirá a la ceremonia, en el ritual norteamericano esta ausencia tiene una importancia sólo simbólica, porque el presidente saliente sólo es un asistente, a diferencia del ritual chileno, en el que es coprotagonista. El equipo del Presidente Biden estima positivo la inasistencia de Trump.
Se especula mucho acerca de la posibilidad de la destitución de Trump antes de la asunción de Biden. Esta destitución podría ocurrir por dos vías. Una, la invocación de la enmienda 25 de la constitución, que permite al Vicepresidente alejar al presidente si cuenta con la mayoría del gabinete. El otro camino es un impeachment que se ha iniciado en la Cámara de Representantes y que será votada en esta semana. No hay condiciones ni tiempo para que este sea aprobado en el senado. Existe una discusión constitucional acerca de si corresponde continuar un impeachment contra alguien que no está ya en su cargo. Hay algunos precedentes con altos oficiales militares norteamericanos. La única consecuencia que podría producir un impeachment llevado hasta el final, es que Trump no podría llegar a la reelección.
Todo indica que lo más probable es que el senado debata el impeachment aun después de Trump haya abandonado el poder. En algún momento se pensó que el Presidente Biden podría oponerse a que esto ocurriera, ya que complicaría su agenda legislativa de las primeras semanas. Sin embargo, el Presidente electo ha emitido una declaración pidiendo al Senado que, no ocupe todo el tiempo en el impeachment, sino se dedique también a legislar los proyectos de ayuda a las familias y a la economía norteamericana en tiempos en que la pandemia golpea a EE.UU con particular fuerza.
Quedan dos incógnitas. La primera es qué pasará con el partido Republicano, una posibilidad es que se divida, lo que es poco probable y otra es que convivan en el mismo partido dos corrientes, una conservadora y moderada y la otra, populista y extremista. Los republicanos además se han sentido particularmente golpeados por que sus donantes se han retractado de sus compromisos de transferencia de montos e incluso algunos han pedido que donaciones ya realizadas sean devueltas. Esta situación golpea el corazón de la máquina republicana, que tendrá que moverse entre el temor a la agresividad extrema de Trump y los suyos y/o la crisis de su estructura de financiamiento.
Finalmente ha trascendido que Trump prepara un auto indulto. Existe un gran debate entre los juristas americanos si esto es posible. No hay una respuesta clara, pero es probable, según dicen muchos, que la Suprema Corte debiera terminar rechazando un auto indulto basado en la doctrina que indica que un indulto se concede a un tercero y no a sí mismo.
Será otra prueba para la Suprema Corte si es que llega a tratar este asunto. Si bien esta corte tiene una composición conservadora, reforzada por el propio Trump, mostró su independencia al negarse a acoger demandas de fraude electoral sin pruebas. Esperemos y observemos lo que ocurra.
Ambos analistas, Alex y Arturo, estiman que Trump no tiene mucho futuro después de su solitaria batalla por probar un fraude inexistente y sobre todo por el asalto al Capitolio.
En cuanto al futuro. El partido Republicano ha sido fuertemente perjudicado por Trump. La elección en Georgia, una de las cunas del esclavismo, ha elegido dos senadores demócratas, uno de ellos un pastor afrodescendiente, por primera vez en su historia. Para el futuro, el partido Republicano puede enfrentar una de tres opciones. Su división, la más improbable, porque muchos senadores y representantes temen a su propia base, que puede ser más dura que ellos y pueden seguir respaldando a Trump y creyendo en el fraude. La segunda, es que se reconstruya una dirección del partido republicano que reponga su posición conservadora y apegada a las instituciones y los procedimientos. Esa opción será posible en la medida en que las políticas de Biden se acerquen a un modelo cada vez más bipartidista. Es probable que esa opción bipartidista de Biden tenga resistencia en el ala izquierda demócrata, la misma que boicoteó la candidatura de Hilary Clinton. La tercera opción es que el partido republicano conviva con la constitución de una corriente abiertamente fascista, incapaz de ser mayoría, pero suficiente para alterar el escenario.
Ese 30% tiene una base social, las víctimas de la globalización, los viejos trabajadores de la industria automotriz y del acero, que buscaron el alero proteccionista de Trump y tiene una vertiente política y cultural. En Estados Unidos, desde la guerra civil, ha existido una fuerte corriente subterránea de ultraderecha. La última vez que ellos tuvieron relevancia fue con el liderato de Lindbergh, opuesto a Roosevelt, partidario de no ir a la guerra contra los nazis y muchos de ellos cercanos a Hitler. Esta corriente fue muy poderosa y contó con el apoyo financiero de Henry Ford, directamente pro nazi, la guerra, Roosevelt, los demócratas, pusieron bajo tierra este fenómeno. La presidencia de Obama o un afrodescendiente, los hizo salir de nuevo a flote. Con Trump encontraron un líder.
Aunque Trump decaiga estas corrientes han adquirido relevancia para largo tiempo en Estados Unidos.