Comentarios Encuesta CEP: Enrique Correa
23 julio, 2019
Por Enrique Correa Ríos, Presidente de Imaginaccion
Introducción
Partiré esta exposición con algunas notas de la última encuesta CEP, para hacer honor a la casa. La encuesta no muestra grandes novedades en el retrato que nos hemos ido dibujando de nuestra sociedad, aunque algunos no las quieran ver.
Nos muestra una sociedad desinteresada en la política y lejos de los temas que más agitan a las elites políticas, económicas, e intelectuales. De lejos, la preocupación principal de la gente es la seguridad. Esto no deja de ser un problema para el gobierno, cuya promesa era precisamente bajar los niveles de inseguridad. Los narco funerales, los portonazos, la mayor violencia de los delitos, son más fuertes que la caída de los índices de victimización que el gobierno celebró con tanta alegría. Después de un año de gobierno, la preocupación por la delincuencia y los robos es mayor aún. No disminuyó, sino que aumentó. Mal.
Si a esto sumamos que un 61% estima que la economía del país está estancada, las dos principales banderas del Presidente, es decir seguridad y crecimiento, están dañadas. No voy al fondo del punto, porque estoy diciendo lo que ahí aparece y es que las dos principales banderas del gobierno están dañadas. De eso se deducen grados de mayor escepticismo o desconfianza hacia el gobierno. En la medida en que la confianza ciudadana en la oposición es nula o casi nula (nula podría ser exagerado, pero de todas maneras es poca) una caída en la confianza en el gobierno puede representar una caída en la confianza en el sistema político en su conjunto. No sé si me explico bien, pero digo que en la medida en que el gobierno, que es la fuerza mayor en el escenario político, cae en sus niveles de confianza y la oposición no recupera, sino que más bien pierde confianza, esto puede ser un síntoma de desconfianza en el sistema político en general. Si tuviéramos que hablarle al gobierno, y perdonen la presunción, tendríamos que decirle que no siga explicando su problema, sino que se aplique a resolverlo. Y a la oposición habría que decirle: “No preguntes por quien doblan las campanas, porque doblan por ti”, como decía Hemingway en su novela sobre la guerra civil española.
El otro gran asunto que está encima de la barrera de los 40 puntos de interés son las pensiones, con un 46%. Le siguen salud y educación. Esa es la sociedad. Esas son sus preocupaciones y esos son sus temores. Contentos con su vida -lo dice la encuesta CEP- y optimistas, incluso con respecto del futuro de su vida personal económica. Piden al Estado seguridad, mejores pensiones, mejor salud pública y educación. Eso es todo, no es más complicado que eso. Todo el resto está por debajo del 30%, y hablo de temas candentes como corrupción, empleo, sueldos. Son temas importantes, pero no relevantes. No están en los primeros lugares. Otros temas que para nosotros son muy importantes -por lo menos para el que habla- como desigualdad, migrantes o derechos humanos, no superan los diez puntos en la escala de interés de la ciudadanía. Y probablemente sea más un interés de los políticos, particularmente los de izquierda.
Un escenario que se repite
Otro elemento que hay que tener en cuenta, porque es más complejo es que la evolución de esta percepción no muestra una notoria distancia entre el clima del gobierno Piñera y el que había con la Presidenta Bachelet. No es espectacularmente distinto. Si bien a la altura del 2017, cuando estaba terminando el gobierno de Bachelet 2, estas preocupaciones llegaron a su punto máximo y para bajar en el primer periodo del Presidente Piñera, hoy se instalan en un punto parecido a los del gobierno anterior. Por eso que puede no tener fundamento público el estar siempre comparándose con el gobierno anterior o atribuir a la herencia del gobierno anterior todos los problemas.
La gente no percibe todavía un cambio. Esperó un cambio y le dio un inmenso triunfo al Presidente. Pero un año después sigue pensando que sus problemas son los mismos. En cuanto al futuro, en la situación económica personal, ya lo dije: la gente percibe un futuro estable. Sin embargo, si miramos la última encuesta Bachelet y la primera encuesta Piñera, en la lámina dedicada a la situación económica del país, la distancia es muy grande en favor de Piñera (de expectativas que el país mejore). Eso explicaría su triunfo presidencial. Para eso y por eso fue elegido. Se creó entre la gente una convicción transversal de que con Piñera de Presidente la situación económica tendría un mejoramiento brusco, rápido. Por eso que la peor noticia para el gobierno es que un 61% piense que el país está estancado.
La gente creyó en la promesa del Presidente Piñera y su ministro de Hacienda de que con él en el gobierno, las puertas del desarrollo se abrirían de par en par de un modo perceptible para todos. Y que nuestro tránsito a la modernidad desarrollada sería más apresurado. No ha sido así. Es parecido a la promesa de la Presidenta Bachelet de que con ella todo se refundaría, y no fue así. Esta evaluación negativa de los ciudadanos de las promesas fundamentales de sus líderes puede ser letal para la fuerza de la democracia. En uno, la refundación, en el otro, la carrera al desarrollo. Dos presidentes que han gobernado dos periodos no llevaron al país a una crisis, pero tampoco a la cumbre.
Política y personajes políticos
En cuanto a la política, los números demuestran que el interés por tener una identidad política en Chile y aún más, una adhesión a un partido se derrumbó en 13 años. En el 2006, a un 53% de los encuestados le interesaba tener identidad política e incluso adhesión a un partido. Ahora es solo un 13%. Sin comentarios.
En cuanto a las preferencias políticas, un factor que antes en los análisis de encuestas permitía medir la fuerza política potencial del centro, la izquierda y derecha. Esto dejó hoy de servir como predictor, porque un 64% no se identifica con nada, ni con un partido, ni con alguna preferencia. No se identifican con algo tan cotidiano como la identidad con las ideas de centro, ideas de izquierda o ideas de derecha. Su voto será en adelante esencialmente móvil, si es que votan. Sin embargo, hay que mirar el vaso medio lleno, porque la política sigue siendo importante.
Si bien más de un 50% no ve programas políticos, no conversa sobre política, no habla de política con su familia, no lee noticias políticas, y sólo un 10% dice que lo hace siempre, existe entre un 40% y 50% que ve programas políticos de vez en cuando, que conversa a veces de política con su familia o que a veces lo hace con sus amigos. En un país que se despolitiza, que un 40% siga echando una mirada a la política es interesante. Y también para los políticos, porque al fin y al cabo hay un 40% que los mira y que si algo les llama la atención en este ámbito lo miran con más intensidad.
En cuanto a la evaluación de personajes políticos, la ventaja de Joaquín Lavín es inmensa. Llega a 56%, seguido de Michelle Bachelet, que está en un 46%. Nada menos que Michelle Bachelet. La distancia de Lavín se parece a la de Bachelet en su tiempo, aunque no sé si será tan sostenible. Un punto que no va a lo esencial, pero que me llamó la atención es la situación de Marcela Cubillos, la ministra de Educación, que logró un punto importante, un buen posicionamiento levantando proyectos queridos por la clase media y aborrecidos por la oposición, aunque con ello se haya postergado una agenda educativa con los problemas más de fondo. Pero esto rindió ante la gente.
Estamos en un punto –todavía faltan las elecciones municipales– en el que puede consagrarse la distinción entre el “bien futuro” del principal aspirante y el “mal presente” del gobierno con el que siguen compartiendo el mismo signo. Si es así, el Presidente Piñera pasaría a la historia no porque la economía trotó con él, sino porque entregó la banda a alguien de su signo.
Vamos ahora a lo malo-malo: la Nueva Mayoría. Digo lo malo-malo, no sé para los concurrentes, pero para mí es malo-malo. Sus postulantes aparecen sólo cuando se inicia la curva descendente de la evaluación. Cuando comienza la curva descendente, ahí aparecen José Miguel Insulza, Heraldo Muñoz y Ricardo Lagos Weber casi empatados, cuando ya han pasado por encima Giorgio Jackson, Beatriz Sánchez, Daniel Jadue y Gabriel Boric. Probablemente la gente -yo no digo que sea así- identifica más como oposición a estos rostros y estas fuerzas nuevas que a los clásicos.
Evaluación del gobierno
En cuanto a la evaluación del gobierno, francamente hablando el panorama es desolador. Todas las notas de su gestión están por debajo de 4 y la mayoría por debajo de 3,5. Crecimiento, 3,6; la demanda más querida que es pensiones, 2,8 y 3 para salud. Un 50% desaprueba al gobierno; un 68% lo considera débil ante las presiones y un 65% lo considera sin destreza y relativamente incompetente. El Presidente no le da confianza al 60% de los encuestados, mientras que un 70% lo considera lejano. Francamente peor no puede ser. Sin embargo, la oposición no mejora a raíz de estos números del gobierno. Y por tanto, cierta contrapartida que se da normalmente en sociedades democráticos, que es que cuando sube el gobierno baja la oposición y cuando baja el gobierno sube la oposición, en este caso simplemente no se da. En otras encuestas, como la de Cadem, el 70% considera que la Nueva Mayoría no está preparada para gobernar. Y eso después de que gobernó por tanto tiempo.
Cambio de diagnóstico y nuevas demandas
El punto clave, hablando ya en un sentido más global, es que compartamos de una vez por todas el diagnóstico de la transformación del país de una sociedad de pobres en una sociedad de clase media, que impulsa al país con sus esperanzas y con su tesón. El problema es que esas esperanzas conviven con sus miedos. El miedo, el pánico por excelencia, es el retorno a la pobreza. Y las puertas ciertas de ese retorno son las pensiones bajas y las enfermedades catastróficas, sobre todo al final de la vida. No es más complicado que eso.
Fue toda una victoria vencer a la pobreza para el que la venció. Pero terminar cuando la vida se apaga derrotado de nuevo y de vuelta a lo de siempre, al fin de la ilusión, produce un pánico que puede salirse de control y favorecer opciones que hoy día no tenemos sobre la mesa. Qué es lo que quiere esta clase media, qué es lo que la unifica, porque es muy heterogénea, es algo común en todas sus capas, en todas sus manifestaciones y es la demanda por acceso a bienes públicos de calidad. Ese es el corazón del programa que subyace en la gente. Acceso a bienes públicos de calidad. ¿Qué es lo que teme? La pobreza cuando llega la vejez. ¿Qué es lo que más ama? El orden, el crecimiento, y el acceso igualitario a servicios públicos de calidad. Eso es. No es más complicado que eso.
Esto lo entendió bien la candidatura de Piñera, y lo entendió mal la candidatura de Guillier. Piñera convirtió a la clase media en sus auditores, en sus interlocutores cuando fue candidato. La Nueva Mayoría los menospreció. Por eso es que Piñera invadió con sus propios recursos sin recurrir a la Democracia Cristiana los terrenos electorales que fueron propios a la Concertación. Por ello es tan delicado que los defraude.
Al contrario, en el otro lado, la Nueva Mayoría bajo el segundo gobierno de la Presidenta Bachelet, no comprendió esto. Se equivocó. Creyó que una sociedad más demandante como lo son todas las sociedades de clase media, era una sociedad que giraba a la izquierda. Esa fue la esencia de su error. Por eso refundó, renegó de su historia, y naufragó. No quedó piedra sobre piedra. Esa es la raíz de su derrumbe: el olvido de su historia, y la ambición por hacer todo de nuevo.
La necesidad mutua de acuerdos
Sin embargo, en la otra cara de la medalla, el gobierno sigue siendo fuerte; la economía está en un mal momento, pero va a estar mejor, no probablemente tan bien como pensó, imaginó o soñó el Presidente, pero va a estar mejor. Y la oposición tiene una fuerza apreciable en el Parlamento. En contra de lo que muchas veces la oposición pueda pensar o decir, necesita de un acuerdo con el gobierno para demonstrar que vale la pena que tenga la mayoría en el Parlamento. Y el gobierno necesita acuerdos en algún tema trascendental. Los gobiernos no son fuertes solo por el Presidente y porque tiene buenos resultados en las encuestas sino que consolidan su fuerza cuando llegan a un acuerdo con el Parlamento. Sea por acuerdo con el Congreso, o porque los doblegan, como hizo el Presidente Vizcarra en Perú. Los presidentes no son fuertes sin el Parlamento. Probablemente el Presidente Mauricio Macri no entendió eso en su primer periodo por la fuerza de su programa y no le ha ido bien. Probablemente la reforma a las pensiones sea una buena oportunidad.
Creo que se está más cerca de un acuerdo en la reforma de pensiones a todo lo que se piensa, sobre todo si se vincula con la reforma tributaria. No sé si en la Cámara de Diputados, pero probablemente sí en el Senado. Que estas dos cosas se puedan vincular como se combinó durante el gobierno de Bachelet 2: reforma tributaria y gratuidad. Ahora, buscar acuerdos no es tan simple. No se pueden buscar acuerdos con una mano y golpear con la otra. El Presidente Piñera habla mucho del Presidente Aylwin, pero si se quiere parecer a él que sea como él, que busque el acuerdo. No se puede todo en la vida. Los acuerdos tienen un momento difícil porque representan renuncias, críticas internas, pero cuando se logran se ganan nuevas fuerzas.
Quiero profundizar un poco en la política de acuerdos. La oposición ya no está en el mejor pie, como ya dije. Pero tiene el poder que tiene, y tiene el poder en el Parlamento y el Presidente necesita el acuerdo con el Parlamento. He visto en Twitter, en discusiones, en las cosas que leo, mucha de esta orientación a culpar a la oposición por las obstrucciones. Esa es una mala idea para los gobiernos. Todavía más, he visto repetir por gente más a la derecha naturalmente cosas que nosotros oímos a gente más a la izquierda cuando estuvimos en el gobierno. Decían: “saquemos a la derecha del pizarrón”. Eso no sirve. Que un proyecto no sea aprobado y acusar a la obstrucción de la oposición dura como efecto unas 48 horas. La gente piensa que fue el gobierno el que no lo sacó. El gobierno es el que necesita el acuerdo. Ese es un primer punto. Y el segundo asunto tiene que ver con que hay que hacerle la vida más cómoda al interlocutor. No se puede por un lado proponer y por el otro hablar de obstrucción y mal del gobierno de Bachelet. No, hay que hacerle más cómoda la vida.
Quiero decir que, si esa hubiera sido la conducta del Presidente Aylwin, que por lo que veo su trayectoria es seguida con mucha atención por el Presidente actual, las cosas no habrían caminado. Con Joaquín Lavín participamos en la discusión de la Ley Municipal cuando éramos gobierno. Y cada vez que salíamos de un dialogo con nuestro interlocutor se decía que estábamos con la dictadura. La oposición nos decía: “¿Qué es lo que usted quiere?, ¿quiere que lo apoye? Entonces tráteme mejor”. Esto es un asunto de pura sabiduría política. Comprendo bien que hay que hacer también guiños al sector que te apoyó, también hay que tener política de mano abierta con la oposición y cuando se buscan acuerdos, hay que hacer sacrificios. No todo cabe en una misma caja de zapatos.Desde ese punto de vista, creo que si bien el cambio de gabinete fue acotado (yo no tengo una mala impresión del cambio: el canciller Ribera lo va a hacer mejor que el canciller Ampuero, Juan Andrés Fontaine está muy adecuado para el cargo y lo estaba haciendo muy bien en el Ministerio de Obras Públicas, y Alfredo Moreno lo va hacer muy bien, de esas cosas no tengo duda), tengo la impresión de que hay un tema de destreza política en el gobierno y ese es su déficit. Por ejemplo, no puedo explicarme porqué después de una ronda de todos los presidentes de partidos de oposición –que no se portan precisamente bien– al otro día se presente un proyecto que era muy importante para el gobierno pero que repugnaba a los presidentes de esos partidos, como era el de Admisión Justa. Hay que ser cuidadoso. Los gobiernos no pueden desnaturalizar sus programas, pero si quieren acuerdo tienen que ceder.
Conclusión
Finalmente, un pequeño homenaje al Presidente Aylwin. El izquierdismo, los sectores más de izquierda, los más críticos a la Concertación, hacen mucha sorna de su expresión “en la medida de lo posible”. Pero “en la medida de lo posible” es la esencia de la política y eso también vale para el Presidente actual. Si el Presidente dice quiero acuerdo, tendrá que ser fiel a su programa y a su gente “en la medida de lo posible”. Si no, no habrá acuerdo. Si no alcanza acuerdo y no logra la aprobación en el Parlamento de alguna ley trascendente, tengo la impresión de que el balance final de su gobierno no va a ser bueno. Aunque le entregue a un hombre de su sector el mando de un futuro gobierno.
El asunto esencial es resolver el tema de las pensiones, porque si no hay ley de pensiones vamos a tener una presión social inmensa, porque esto toca el corazón del retorno a la pobreza, con fecha fija a aquellos sectores medios que son el reflejo de la bonanza del país.