Existen amenazas para el nuevo proceso constituyente. Por Ignacio Imas
Por Ignacio Imas, gerente asuntos públicos Imaginaccion
Ex -ante/ Columna de opinión
2 de enero 2023
Los mismos cuidados del sacristán son los que pueden matar al cura, porque nada más alejado para una ciudadanía que mira con desconfianza al Congreso y a los partidos políticos, que pasen de ser marginados a protagonistas, sin un punto medio.
Se logró el Acuerdo Por Chile ¡Enhorabuena! Muchos dudamos. Perseveró la política por una segunda ocasión, buscando resolver de manera institucional un tema pendiente, a pesar de los distintos esfuerzos porque fracasara.
Casi 100 días para conseguir el último esfuerzo que el sistema político de seguro le ofrecerá al país para un nuevo contrato social. Existe escaso júbilo por lo obtenido, seguramente gatillado por lo agotador del proceso, pero el optimismo de lograr la Nueva Constitución continúa intacto. Ahora sí que sí han dicho varios, pero ¿estamos seguros?
Muchos me acusarían de excesivo escepticismo, ya que se han hecho los esfuerzos máximos por quitar los fantasmas del proceso anterior, pero no ven que es justamente esa matriz que puede llevarnos a una nueva debacle.
Quienes crearon el Acuerdo por Chile diseñaron una institucionalidad teniendo la mirada puesta en el fracaso de hace unos meses, ofreciendo a la ciudadanía un camino hacia un pacto que aúne las máximas voluntades.
Tenemos a un Poder Legislativo involucrado en el nombramiento de dos tercios de los organismos del procedimiento, y por otro lado, optaron por una integración similar a la del Senado para elegir a los integrantes del Consejo Constituyente (CC), intentando asegurar un órgano redactor moderado.
Los mismos cuidados del sacristán son los que pueden matar al cura, porque nada más alejado para una ciudadanía que mira con desconfianza al Congreso y a los Partidos Políticos, que pasen de ser marginados a protagonistas, sin un punto medio.
Estamos en peligro de transitar a un proceso similar al de la Convención Constitucional: un proceso de elitización algo reivindicatorio. Por último, es importante mencionar que la principal amenaza se encuentra en la instauración del voto obligatorio en la elección de consejeros constituyentes, algo que también es resultado de la experiencia pasada.
Chile no tiene antecedentes sobre elegir bajo este régimen representantes populares, una decisión más relacionada con el entusiasmo en la participación del plebiscito de septiembre, pero que deja de lado los importantes signos de populismo que estamos sufriendo, o la baja confianza en los partidos políticos, entre otros.
Podemos justificar a los actores políticos involucrados en el acuerdo. El trabajo de la Convención es un producto del que pocos quieren hacerse cargo, pero forzar al nuevo proceso a transformarse en la antítesis tampoco es tener clavada la rueda de la fortuna.
En el proceso constitucional anterior, los propios legisladores aprobaron la posibilidad de que los independientes formalizaran pactos electorales, o la hoja en blanco, y otra serie de situaciones que se transformaron en vicios. Por otro lado, fueron los ciudadanos cansados de sus políticos quienes optaron por liderazgos poco convencionales, llevándonos al camino que ya conocemos.
Por muchos esfuerzos que nuestros políticos hayan hecho, si nuestro sistema político presenta claros signos de descomposición, es probable que el nuevo órgano redactor de una Constitución no esté ajeno a estos. Veremos.