Inundados por el pesimismo
Por Ignacio Imas, gerente asuntos públicos Imaginaccion
La Segunda / Columna de opinión
13 de abril 2024
Durante las décadas del 90 y 2000, Chile destacó como un caso de estudio en diversos fenómenos. Experimentamos una transición pacífica y exitosa, y logramos consolidar una democracia liberal. Aunque con sus pendientes, la democracia chilena fue ejemplo internacional. Nuestra estabilidad económica y responsabilidad fiscal fueron reconocidas, y nos convirtieron en un espacio atractivo para personas que no veían lo mismo en sus lugares de origen. A pesar de nuestra pequeña economía, inversionistas deseaban instalarse acá como matriz para Latinoamérica. Sin embargo, como es ya evidente, nos encontramos en un nuevo estadio. Nos fuimos metiendo en un pantano, y los problemas van siendo cada vez más palpables. Nuestra democracia ya no goza de tan buena salud, nuestra economía perdió su fuerza y dinamismo, y abandonamos la posición de privilegio antes expuesta. En parte fuimos víctimas de nuestros propios éxitos.
Es así como nos frustramos. En esta nueva fase nos gobierna el pesimismo, distinto al éxito anterior. Ese lastre se ha ido cristalizando. Nos encontramos perdidos y sin vislumbrar un camino que nos permita salir. En este nuevo periodo nos convencimos de que la forma de solucionar los problemas es a través de fórmulas cortoplacistas. La ansiedad por recuperar la posición destacada nos arrastra a tentarnos con ideas que no tienen opciones de perpetuarse en el tiempo. El problema es que deseamos volver al estadio anterior, sin percatarnos que eso es imposible. Nuestro motor de acción no puede ser volver al país que fuimos. No entendemos que el mundo actual es distinto a aquel con el que nos tocó interactuar en nuestro momento virtuoso.
Dicho eso, debemos reflexionar cuál será el nuevo Chile que diseñaremos y consolidaremos para las generaciones futuras, esas que no lograron conocer el país que presumimos por décadas. Ellos nos miran con cierto escepticismo por nuestro orgullo ya trasnochado. ¿Quién puede culparlos? También aspiran a sentir orgullo de la patria en la cual crecen, es la esencia de los seres humanos. La tarea imperiosa es reconstruir ese país; no podemos condenarlos a vivir en un lugar que sientan ajenos. Aún depende en gran medida de nosotros, no podemos continuar inundados por el pesimismo buscando volver a un pasado que ya dejamos.