La dualidad de Bachelet
Por Ignacio Imas, gerente asuntos públicos Imaginaccion
Ex – Ante / Columna de opinión
15 de agosto 2024
30Bachelet no solo compite contra adversarios políticos, sino contra su propio legado. Por lo tanto, difícil es la tarea de sus asesores para encontrar ese equilibrio en un país que extraña su pasado, pero es durísimo con los actores de este.
Acá fue publicada otra columna hace unas semanas, en la cual hacía referencia de las incomparables ventajas que tiene Michelle Bachelet por sobre cualquier otra figura de las izquierdas. Es la única que asegura una performance electoral que permite a un sector histórico llegar a segunda vuelta, algo que nadie más puede decir.
Por otro lado, es la persona que puede garantizar unidad desde el PDC hasta el PC, sin un ejercicio desgastador como una primaria. Si a eso le sumamos el nivel de conocimiento y aprobación, comparativamente debería estar en la cédula de votación en noviembre de 2025. Pero esta solidez esconde una dualidad inquietante.
Sus mejores resultados por sobre otras figuras como las ministras Tohá y Vallejo, o el gobernador Orrego, se deben a nuestros recuerdos de sus gestiones de gobierno. Qué duda cabe, que sin esas dos administraciones, Bachelet sería una dirigenta de izquierda más.
Sin embargo, y a la vez, esos dos cuatrienios conducen a la ciudadanía a ser más crítica con ella. Existe una herencia por la cual juzgarla. Es parte de nuestra elite política con igual o menor recorrido que Evelyn Matthei o José Antonio Kast, pero sus gobiernos le pesan comparativamente aún más que al resto. Además, la unidad desde partidos políticos con una relación cada vez más crispada, es una virtud para las élites pero cada vez es menos atractivo para la ciudadanía.
Los recuerdos de sus mandatos anteriores, aunque a veces evocan nostalgia de tiempos pretéritos mejores, también pueden ser tanto un lastre. Michelle Bachelet representa una paradoja política: su experiencia y capacidad para navegar por el complejo espectro político chileno la coloca en una posición única para liderar, pero estas mismas cualidades se convierten en su mayor amenaza.
A medida que se acercan las elecciones, será crucial para Bachelet y su equipo equilibrar la nostalgia con una propuesta de futuro convincente. Los recuerdos de sus gestiones anteriores, durante dos mandatos presidenciales, se entrelazan con la percepción actual, creando un espejo donde lo bueno refleja también sus falencias. No obstante, estos mismos recuerdos exponen una vulnerabilidad significativa: el pasado se convierte en una medida constante contra la que se evalúan no solo sus acciones, sino también sus inacciones.
Bachelet, entonces, no solo compite contra adversarios políticos, sino contra su propio legado. Por lo tanto, difícil es la tarea de sus asesores para encontrar ese equilibrio en un país que extraña su pasado, pero es durísimo con los actores de este.
Mi idea que Bachelet es quien tiene las mejores características y ventajas para las izquierdas sigue incólume, pero negar y no querer enfrentar lo que escribo, es soltar una elección que está abierta.